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Nocturne Opus 1: Edith

por J. D. Ailin




(Para una mejor experiencia, dale play a la caja de YouTube)










NOCTURNE OPUS 1: EDITH





Líbrame, Señor, de mis enemigos, porque en ti busco refugio.

— Salmo 143 —




En este momento la única solución es orar. Orar, hasta que sangren las rodillas y se acalambren los dedos de las manos. Orar, hasta que las plegarias sean escuchadas y mi niña pueda ser librada de todos los males que la rodean.

Ella, dotada de una inconmensurable inocencia, descansa plácidamente en la habitación contigua. Pero algo la persigue. Una sombra oscura, incorpórea y formada por el mismísimo mal acecha sus sueños cada noche, desde hace ya cinco días.

Es por eso que decidí encerrarlos juntos. Porque esa sombra, su sombra, iba a donde quiera que ella fuera.

Por un momento pensé que podría separarlas y ahuyentar a la criatura con mis plegarias. Pero sólo logré reafirmar el vínculo, al punto de convertirlo en una relación simbiótica de la cual ninguno puede salir vivo si el otro muere.

El sacerdote me dijo que la ignore; que cuanto más le de vuelta al asunto, más real será la criatura. Por supuesto, él piensa que estoy demente, mas no fue él quien sintió las garras de la criatura aferrando sus pies mientras dormía, o su aliento fétido arrebatándole el oxígeno, a punto de provocarle la asfixia.

Terminé de recitar el salmo y me incorporé de la cama. Las piernas me fallaron y por poco casi caigo, pero algo me sostuvo.

Elevé la mirada y la vi, a la sombra, con sus largas y oscuras extremidades rodeándome el cuerpo. Grité con todas mis fuerzas, pero lo único que alcanzó a salir de mis labios fue un atisbo de jadeo.

El corazón me latía precipitado, a punto de detenerse por el miedo que me invadía. Sentía sus fríos brazos, como dos hiedras electrificadas, inmovilizando todo mi cuerpo mientras la criatura me observaba con sus rojas pupilas. Despegó sus labios, o al menos eran dos particiones de su rostro, dejando entrever una sonrisa espeluznante y llena de dientes amarillentos y deformes.

—¡Suéltame! —demandé, y empecé a rezar en voz alta.

La criatura soltó una carcajada grave que retumbó en la habitación.

—Tú, suéltanos —recitaron al unísono su voz y la de mi hija, quien entró en la habitación apenas rozando el suelo con la punta de los dedos de los pies.

La miré horrorizada y dibujé la señal de la cruz sobre mi pecho. Los brazos de la criatura se ciñeron aún más alrededor de mis costillas. El dolor era tan agudo que me cegaba.

—Edith —susurré el nombre de mi hija. —Ayúdame…

Pero ella se limitó a sonreír, con los dientes ensangrentados y una sustancia purulenta escurriendo por la comisura de sus labios. Entonces, perdí la consciencia.

Cuando desperté, me encontraba sumergida entre las frazadas de mi cama, cálidamente acunada entre ellas. La luz mortecina del amanecer apenas iluminaba mi alcoba, reflejándose, parsimoniosa, sobre los cristales de la ventana.

Había dormido tan profundamente que todavía me costaba recuperar la movilidad de mis

extremidades. Me estiré somnolienta, debatiéndome entre si debía o no salir de la cama. Finalmente, me deshice de todo sentimiento de pereza y salí de mi refugio.

De camino al baño, pasé por la habitación de Edith y cerré la puerta. No me gustaba que quede abierta, pues mirar adentro me recordaba al día en el que la asesiné.




 

Daiana (@j.d.ailin) nació en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, el 23 de marzo de 1991.

Esta apasionada escritora es autora de varios cuentos cortos. Uno de ellos, "Entre el cielo y la tierra", fue semifinalista de un concurso literario y publicado en un libro junto con otros cuentos semifinalistas. Actualmente se encuentra escribiendo su primer novela: "La maldición de los Lycans: noche de aullidos" Pueden conocer más de su obra a través de su instagram y su sitio web y desde su Wattpad, desde el que pueden leer Nocturne Opus 1: Edith y otros cuentos suyos.




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