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La última conversación antes del túnel.


–Oh, por fin lo encuentro.

–Se ha tardado bastante. Hace horas que estoy acá y ya estaba empezando a sentir frío.

–Puede quedarse tranquilo, el frío es parte del proceso. Ahora… a ver, a ver… Ya. Actuarius Tulio ¿no es así? Perfecto. Si es tan amable de acompañarme…

–Lamento decirle que en estas condiciones no pienso moverme ni un solo palmus. Por lo menos hasta alguien me explique por qué yo tengo que ir con usted y aquel bellaco pordiosero de allí se va del campo en brazos de sensuales mujeres desnudas.

–Si le sirve de algo, yo también estoy desnuda debajo de esto.

–Sí, bueno. Yo me refiero a jovencitas con carne en los huesos. Mírelas ahí. Alzando sus gloriosas espadas legendarias ulfberht, para honrar a ese bruto ignorante.

–Puedo saludarle con esto, si lo desea.

–¡Pero que descaro! Glorificar a un legionario con semejante herramienta campestre y deslucida. ¿Qué sigue luego? ¿Perfumarme el cuerpo con estiércol?

–Mire, no crea usted que a ese hombre le espera aquello que usted se imagina.

–¿No? Yo creo que está bastante a la vista. ¿Qué le depara entonces?

–Un festín inacabable.

–¿Festín?

–Con rebosante hidromiel.

–Pero… pero eso es maravilloso. ¿Y qué hay de mí?

–Bueno, yo no tengo el listado del portero. Pero supongo que, si ha hecho las cosas medianamente bien, tendrá que pasar algunos años en algo así como un cuarto de baño.

–¿Después del festín?

–No hay festín.

–¡Pero qué injusticia!

–El festín y toda esa cerveza no es más que un chantaje. Ese pobre no lo sabe pero está por alistarse en un ejército que luchará contra lobos, serpientes gigantes y demás seres monstruosos de Helheim.

–Vaya. Pero oiga, ¿qué hay de aquel compatriota? Unos fantasmas lo están arrastrando de los tobillos. No va a pasarme lo mismo que a él, ¿cierto?

–No, claro que no. A diferencia de él, su familia cambió de rumbo en un momento de lo más oportuno. En cambio, su amigo de allí se ha mantenido fiel a las viejas tradiciones y ahora lo reclaman los esbirros de Plutón para llevárselo al inframundo. Supongo que su emperador sospecha de algo porque en unos años cambiará la religión oficial del imperio.

–Pobre Audusto, no se merecía semejante destino.

–Ya ve. Después de todo, usted es un afortunado.

–¿Por haber sido derrotado, castrado, mutilado, destripado y ahorcado con mis propios intestinos a manos de las hordas de Einar el despiadado?

–Exacto.

–Bueno, ya. A mal paso darse prisa. Vámonos.

–Si es tan amable, por aquí.

–Y a donde voy ¿qué voy a encontrarme?

–Bueno, eso depende de lo que le guste. Pero solamente cosas buenas.

–¿Buenas mujerzuelas, quizás?

–No. Eso es pecado.

–¿Festines inacabables? ¿Todo el hidromiel que pueda beber?

–La gula es un pecado.

–Caray. ¿Entonces circos? ¿Gladiadores luchando contra prisioneros de guerra donde la gente apueste por sus combatientes favoritos y se peleen por estar en primera fila para ser bendecidos con la sangre de los derrotados?

–Esa imagen se revuelca en varios de los pecados más aberrantes que se puedan cometer. Así que no.

–¿Costillas de cerdo?

–Por ahora sí. En algún momento considerarán que los animales son prójimos por lo que su matanza será pecado.

–¡Qué barbaridad! Esto es sumamente aburrido.

–Ya pensará en algo. Tiene todo el tiempo por delante.

16 de abril de 2020

Este cuento se gestó para la consigna "Diálogos" en los talleres del escritor Diego Furbatto por Zoom en tiempos de la cuarentena. Para más información de Diego, su perfil de instagram es @letgrin

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